En esta entrada empezaré intentando recuperar
distintas experiencias de evaluación, que atravesaron mi formación como docente
en Ciencias de la Educación, para reflexionarlas y resignificarlas extrayendo
lo más significativo. Cuando me refiero a lo “significativo” estoy aludiendo a
lo formativo, a aquello que impacta en lo constitutivo de la persona en
formación, a aquellas experiencias que dejaron marcas en lo emocional, en lo
afectivo, en lo relacional y, en definitiva, en la personalidad.
Considero que todas las experiencias
de evaluación, por más simples, sencillas e irrelevantes que puedan parecer,
dejan una marca en nuestra trayectoria y en lo que somos y hacemos como
docentes.
Si tuviera que manejarme por
“cantidades”, para referirme a las experiencias vividas en torno a la
evaluación en la Universidad, diría, entonces, que la mayoría de las
situaciones fueron de tipo sumativa, tanto los parciales como los
finales (en cualquiera de sus versiones: orales o escritos), se reducían a un
control de lo que se sabía o no sabía en relación con los temas del programa y
se debía reproducir de manera más o menos fiel la bibliografía obligatoria.
En el caso de los parciales para
regularizar las materias eran escritos y se centraban en una serie de preguntas
sobre la bibliografía y lo desarrollado en clase. Las consignas o preguntas no
tenían un puntaje establecido que me permitieran estimar el puntaje obtenido,
los criterios de corrección se limitaban a expresiones tales como “incompleto”,
“impreciso”, “poco claro”, etc. pero, al no haber revisión posterior de los
resultados, no siempre se comprendía dónde estaban los errores. Por lo general
en clase de consulta preguntaba por alguna imprecisión, pero, en aquella época,
los profesores lo veían más como un cuestionamiento a su forma de corregir, por
lo que el silencio y la duda ganaban terreno llevando la inmovilidad y el
conformismo.
En el caso de los exámenes finales
eran individuales y orales, requerían la preparación de un tema especial (en el
que se utilizaba bibliografía complementaria aportada por el profesor) y una
vez desarrollado el tribunal procedía a hacer preguntas del programa. Esta
forma de evaluación cuantitativa y centrada en la verificación de resultados y
saberes nunca me resultó difícil de afrontar me sentía cómoda en ese juego de
comunicación bidireccional pero muy pocas veces dialógica. En general, durante
los finales, los profesores evaluadores, ante un error, pedían la afirmación
correcta pero prácticamente sin dar tiempo de reflexión sobre las afirmaciones
erróneas. Los exámenes finales tenían la función de acreditar y certificar un
saber. Pero esto no es sinónimo de aprendizaje. Cuando me tocó presenciar
exámenes de compañeros de cursado me di cuenta que en la mayoría de los casos
los alumnos se levantaban del examen final oral sin saber si habían aprobado o
no, esto se daba cuando las exposiciones no eran fluidas, estaban llenas de
imprecisiones y silencios a las preguntas del tribunal y, por
último, cuando se informaba de la calificación obtenida nunca se le explicó al
alumno por qué había desaprobado o aprobado, a lo sumo, la respuesta dada por
lo profesores era “falta estudio”. Las situaciones de examen se vuelven
realmente formativas cuando se reflexiona con el alumno sobre sus aciertos y
dificultades y se le proporcionan orientaciones para que mejore.
Mi práctica
de enseñanza como docente universitaria, con 23 años de antigüedad, me permitió
construir algunas ideas sobre evaluación, que he reafirmado con los Módulo 1 y
2 del Curso “Evaluación en ambientes digitales". Paso a presentarlas:
- La evaluación es un proceso complejo,
para comprenderla hay que analizarla desde el docente, desde la enseñanza,
desde el alumno y desde la institución en la que se desarrolla. Si faltan
algunos de estos elementos su práctica no resulta eficiente ni formativa.
- El proceso evaluativo es búsqueda de
información a través de distintos medios para tomar decisiones adecuadas y
relevantes para los procesos de enseñanza y aprendizaje. Si la información
obtenida no es precisa o completa el conocimiento logrado no será cierto y las
decisiones no serán las adecuadas.
- El “dueño” de la evaluación, es el
alumno, por eso es una responsabilidad ética y un deber para el docente
construir y acordar criterios de evaluación, hacérselos conocer al alumno y
procurarle toda la información sobre sus avances y dificultades.
- Una evaluación esencialmente o
predominantemente formativa permite “diagnosticar, mejorar, motivar, orientar y
ayudar”.
- Una evaluación esencialmente sumativa
solo controla, verifica, califica y acredita.
- Ambos tipos de evaluación deben
complementarse, no es imposible conciliarlas, se las puede llevar a la práctica
de una manera integrada.
- Al examen se lo suele asociar al
instrumento “prueba escrita u oral”, como tal es instrumento, es decir, medio
para obtener información, para conocer, calificar y certificar, pero es una
mínima parte del proceso evaluativo.
- Conocer el contexto institucional, su
cultura y el currículum que desarrolla
permite comprender las prácticas de enseñanza, aprendizaje y,
consecuentemente, de evaluación.
- Las prácticas de evaluación requieren
de un análisis de lo “instituído” y lo “instituyente”, entre la práctica
aceptada, normada y reglada que genera rutinas y prácticas autómatas con escaso
nivel de reflexión y la práctica que cuestiona, pregunta y busca introducir
cambios y transformaciones.
- Los instrumentos de evaluación son
medios, para obtener información objetiva, cierta y relevante, nunca fines en
sí mismos. No se aprende para aprobar, se aprueba aprendiendo.
- Los criterios de evaluación son pautas
que orientan el proceso, por lo tanto, deben ser conocidos por todos los
actores involucrados y su construcción debería ser compartida.
- La retroalimentación formativa
desarrolla compromiso del estudiante con su propio proceso de aprendizaje, lo
motiva a mejorar a proponerse metas concretas de cambio porque logra entender
qué hace en forma adecuada y que debe cambiar para lograr los aprendizajes
propuestos. Por otro lado, al docente lo corre del lugar de control, de
observador externo para transformarse en un mediador, en un guía y hasta en un
facilitador de oportunidades de aprendizaje.
- La retroalimentación genera
corresponsabilidad de cada uno desde su rol e impulsa el diálogo formativo (no
informativo) fortaleciendo, así, el vínculo pedagógico. Y esto es posible no
sólo en la formación humanística sino también en la formación técnica.
Dicho esto, puedo decir, que la
experiencia de analizar las secuencias de dos colegas (una referida a
Microemprendimiento para estudiantes de tercer año de un CENS y la otra
referida a Bioquímica General y estomatológica para estudiantes de 1er. Año de
Odontología) y hacer una devolución o retroalimentación, por un lado, como la
experiencia de leer los aportes de colegas sobre la secuencia o clase virtual que
diseñé, me permitió comprender lo verdaderamente formativa que es este proceso
y que la evaluación, como tal, queda incompleta si falta esta instancia.
A lo largo del cursado de los cinco
módulos de esta capacitación, tuve que observar y valorar las producciones o
entradas al Blog, que los colegas compartían, mis valoraciones eran generales, por temor o por incomodidad. Me centraba en lo positivo y nunca mencioné lo que,
a mi criterio se podía mejorar. Con la “escalera de Wilson”, como con las
preguntas del “SER”, me siento mucho más cómoda y segura para hacer valoraciones,
en el grupo de Facebook. Creo que estos procedimientos
deberían implementarse desde el primer curso en los espacios de intercambio
social.
Por otro lado fue muy interesante el desafío planteado en la actividad 4 de retroalimentar las secuencias de clases virtuales de dos colegas. La retroalimentación es un acto comunicativo, pero no de carácter informativo, sino formativo, el docente que lo realiza con compromiso y a conciencia, elige las palabras que va a usar, la forma en la que las expresa, destaca los avances, los logros del estudiante, transmite con una sonrisa, con una palabra de aliento, independientemente que el estudiante sea un niño o un adulto, no se concentra en el error (muchas veces ni siquiera usa esta palabra) intenta que el estudiante lo asuma como un obstáculo a superar y como una oportunidad para aprender. La retroalimentación formativa, más que estrategia para que la evaluación sea un proceso de mejora, la considero una forma dialógica de enseñar porque es diálogo, mediación, sugerencia, orientación y consejo para desarrollar personas autónomas en su forma de aprender, en su forma de pensar y en su forma de ser.
La actividad 3 del módulo 2 consistía en la construcción colaborativa de una encuesta para aplicar a profesores que no estuvieran haciendo este curso. La experiencia resultó compleja, principalmente, por tres factores: el tiempo para realizarla, la comunicación al interior del grupo y la interpretación de consignas. Creo que contar con poco tiempo hizo que tomáramos decisiones anticipadas o poco oportunas en forma individual restando calidad a la producción final: la encuesta como instrumento y la información que pudiéramos obtener de la misma. Pero también estoy convencida que toda experiencia grupal genera aprendizajes cargados de emociones, porque el contacto con las personas, aunque sea a través de las TIC, despierta eso: emociones, estados de ánimo y sentimientos. No somos racionalidad pura (hablando en forma kantiana).
La experiencia de enseñar en la
Universidad y en los Institutos Superiores de Formación Docente más el recuerdo
de situaciones poco formativas como estudiante, me llevaron a pensar y ensayar
distintas formas de evaluar entendiéndola, no como control, sino como un momento
idóneo y oportunidad para aprender. He comprobado que observaciones, aclaraciones y consejos que
se le da a un estudiante durante el cursado y hasta en el examen final de
acreditación, difícilmente la olvidan.
¿Qué sentí cuando empecé con esta actividad?
Retroalimentación ¿de qué? ¿a quién? ¿por qué?
ahhhh ¿qué puedo aprender si ya me lo sé?
¿Cómo es eso de hacer retroalimentación a dos colegas? ¿Trabajo en grupo?... ummmm no sé
No quiero evaluar a mis colegas...
Lista de cotejo, escalera de Wilson. Uhmmmmmm no sé si me gusta la idea.
Me puse a pensar como lo haría
después de leer todo el material y ver lo videos...
La idea no me pareció tan arriesgada..
Acá estoy festejando que hice las "retro", armé la entrada el Blog
y lo compartí.