domingo, 27 de septiembre de 2020

Una evaluación mejorada es una evaluación asistida



La evaluación es un proceso que nos permite obtener evidencias (directas o indirectas) sobre los aprendizajes. Estas evidencias se obtienen a través de instrumentos (pruebas escritas orales, exposiciones orales, monografías, trabajos de aplicación, portafolios, diarios de aprendizaje y todo tipo de producción que pueda realizar el estudiante para mostrar los avances en su proceso o los resultados obtenidos). La información que arrojan se sistematiza en formularios, planillas o cuadros que sirven para representar el itinerario de aprendizaje del estudiante y en base a ese registro, la información es elaborada para traducirse en los llamados “juicios de evaluación”, que pueden ser criteriales o normales, y, a partir de los mismos, no sólo se califica, sino que también se toman decisiones pedagógicas para mejorar los procesos o los resultados. 

Dentro de este marco aparece la necesidad del docente de definir criterios de evaluación, responderse preguntas tales como ¿qué capacidades deben lograr los estudiantes?, ¿qué resultados concretos, observables y fácilmente verificables deben demostrar?, ¿para qué evaluaré?, ¿qué actividades son las más potentes o pertinentes para saber qué han aprendido?, entre otros interrogantes. Y estos criterios serán verdaderamente formativos si se analizan con los estudiantes y son conocidos en forma previa a cualquier situación de evaluación, ya que posibilitan la autoevaluación y la coevaluación, además de ser una guía para la realización de la actividad.

Entonces, hasta acá podría decir que los pasos de una evaluación formativa son: identificar y explicitar los resultados esperados, definir tipo de evidencias y cómo se van a obtener, obtener y registrar esas evidencias, formular valoraciones y juicios normales y criteriales con fundamento y tomar decisiones para la mejora del aprendizaje a partir de la reflexión conjunta o retroalimentación. Y este último tema, es el que define, el valora educativo de la evaluación, ya que a través del diálogo docente analiza, valora, destaca, sugiere y propone.

Por todo lo dicho y considerando lo abordado en el Módulo 3 del curso “Evaluación en ambientes digitales”, me detengo a pensar en qué consiste la “rúbrica”. Como tal, no es un instrumento de evaluación sino un “asistente”, un apoyo que permite construir valoraciones a partir de la definición de criterios y niveles de desempeño en relación con un contenido, un proceso o una producción del estudiante. Así, la rúbrica podría considerarse como un registro evaluativo que posee ciertos criterios o dimensiones a evaluar y lo hace siguiendo unos niveles de calidad y tipificando los estándares de desempeño que se espera en el estudiante.

¿Por qué usarlas para la enseñanza y la evaluación? Porque mejoran el desempeño, monitorearlo, haciendo que las expectativas de los docentes sean claras y mostrando a los estudiantes como pueden alcanzarlas, ayudan al estudiante a reflexionar sobre la calidad de su propio trabajo y el trabajo de otros, permiten optimizar el tiempo que los profesores pasan evaluando trabajos y producciones, son fáciles de entender y de explicar, favoreciendo la retroalimentación formativa, los docentes las valoran porque su naturaleza de “acordeón” les permite adecuarlas a clases heterogéneas, suelen estar en constante revisión y reformulación y brindan claridad y transparencia a un proceso que tradicionalmente se ha realizado en forma externa y con el fin de controlar.

A partir de lo abordado en el Módulo 3, también destaco que la rúbrica es el resultado de un proceso de revisión y mejoramiento de la lista de control y de la escala de calificación. En la práctica docente, es notorio como se observa el uso de la rúbrica, tal como la conocemos, y de la rúbrica holística, esta última, vendría a representarse como un listado de los criterios que debe cumplir un conocimiento, un proceso o una producción, expresados, en su máxima perfección seguidos de un comentario del docente sobre el nivel efectivamente demostrado por el estudiante. Las limitaciones que presentan están relacionadas principalmente con el tiempo que lleva al docente completarla con ideas que sean entendibles y fundamentadas sobre el desempeño que se pretende que logre el estudiante lo que genera, en muchas ocasiones, la prevalencia de juicios subjetivos, cuando la evaluación debería intentar ser lo más objetiva posible.

En síntesis, este módulo me ha posibilitado, además de profundizar “qué evaluamos” de la mano de Linda Castañeda en “básicos de evaluación enriquecida con tecnologías” para mejorar la comprensión del proceso realizado a través de las TIC, reflexionar sobre qué considero evidencias del aprendizaje para una evaluación auténtica, definir, dar forma, clarificar el objeto de la evaluación (conocimiento, proceso o producción), utilizar distintos asistentes o auxiliares como las rúbricas y poder diseñarlas para calificar en las tareas de Moodle.

Cuando creí que terminaba con el curso... 
¡Llegaron las rúbricas! 

¿Rúbricas holísticas?
A mí no me engañan... 
¡son listas de control comentadas!
¿No es así Linda?


Soy Mónica Castaneda NO Linda castañeda...
¡te lo expliqué varias veces!

Entendido...
¿Dónde encuentro a Linda Castañeda, 
a Marina, a Elisabeth o a la famosa Directora Troncha?

Están todas juntas en el curso "evaluación en ambiente digitales", 
que tiene 5 módulos, como 5 son los niveles de esta capacitación y
también en  en Twitter, Facebook y Fornite.






 



viernes, 18 de septiembre de 2020

La retroalimentación formativa: antes, durante y al final del aprendizaje esperado


En esta entrada empezaré intentando recuperar distintas experiencias de evaluación, que atravesaron mi formación como docente en Ciencias de la Educación, para reflexionarlas y resignificarlas extrayendo lo más significativo. Cuando me refiero a lo “significativo” estoy aludiendo a lo formativo, a aquello que impacta en lo constitutivo de la persona en formación, a aquellas experiencias que dejaron marcas en lo emocional, en lo afectivo, en lo relacional y, en definitiva, en la personalidad.

Considero que todas las experiencias de evaluación, por más simples, sencillas e irrelevantes que puedan parecer, dejan una marca en nuestra trayectoria y en lo que somos y hacemos como docentes.

Si tuviera que manejarme por “cantidades”, para referirme a las experiencias vividas en torno a la evaluación en la Universidad, diría, entonces, que la mayoría de las situaciones fueron de tipo sumativa, tanto los parciales como los finales (en cualquiera de sus versiones: orales o escritos), se reducían a un control de lo que se sabía o no sabía en relación con los temas del programa y se debía reproducir de manera más o menos fiel la bibliografía obligatoria.

En el caso de los parciales para regularizar las materias eran escritos y se centraban en una serie de preguntas sobre la bibliografía y lo desarrollado en clase. Las consignas o preguntas no tenían un puntaje establecido que me permitieran estimar el puntaje obtenido, los criterios de corrección se limitaban a expresiones tales como “incompleto”, “impreciso”, “poco claro”, etc. pero, al no haber revisión posterior de los resultados, no siempre se comprendía dónde estaban los errores. Por lo general en clase de consulta preguntaba por alguna imprecisión, pero, en aquella época, los profesores lo veían más como un cuestionamiento a su forma de corregir, por lo que el silencio y la duda ganaban terreno llevando la inmovilidad y el conformismo.

En el caso de los exámenes finales eran individuales y orales, requerían la preparación de un tema especial (en el que se utilizaba bibliografía complementaria aportada por el profesor) y una vez desarrollado el tribunal procedía a hacer preguntas del programa. Esta forma de evaluación cuantitativa y centrada en la verificación de resultados y saberes nunca me resultó difícil de afrontar me sentía cómoda en ese juego de comunicación bidireccional pero muy pocas veces dialógica. En general, durante los finales, los profesores evaluadores, ante un error, pedían la afirmación correcta pero prácticamente sin dar tiempo de reflexión sobre las afirmaciones erróneas. Los exámenes finales tenían la función de acreditar y certificar un saber. Pero esto no es sinónimo de aprendizaje. Cuando me tocó presenciar exámenes de compañeros de cursado me di cuenta que en la mayoría de los casos los alumnos se levantaban del examen final oral sin saber si habían aprobado o no, esto se daba cuando las exposiciones no eran fluidas, estaban llenas de imprecisiones y silencios a las preguntas del tribunal y, por último, cuando se informaba de la calificación obtenida nunca se le explicó al alumno por qué había desaprobado o aprobado, a lo sumo, la respuesta dada por lo profesores era “falta estudio”. Las situaciones de examen se vuelven realmente formativas cuando se reflexiona con el alumno sobre sus aciertos y dificultades y se le proporcionan orientaciones para que mejore.

Mi práctica de enseñanza como docente universitaria, con 23 años de antigüedad, me permitió construir algunas ideas sobre evaluación, que he reafirmado con los Módulo 1 y 2 del Curso “Evaluación en ambientes digitales". Paso a presentarlas:

  • La evaluación es un proceso complejo, para comprenderla hay que analizarla desde el docente, desde la enseñanza, desde el alumno y desde la institución en la que se desarrolla. Si faltan algunos de estos elementos su práctica no resulta eficiente ni formativa.
  • El proceso evaluativo es búsqueda de información a través de distintos medios para tomar decisiones adecuadas y relevantes para los procesos de enseñanza y aprendizaje. Si la información obtenida no es precisa o completa el conocimiento logrado no será cierto y las decisiones no serán las adecuadas.
  • El “dueño” de la evaluación, es el alumno, por eso es una responsabilidad ética y un deber para el docente construir y acordar criterios de evaluación, hacérselos conocer al alumno y procurarle toda la información sobre sus avances y dificultades.
  • Una evaluación esencialmente o predominantemente formativa permite “diagnosticar, mejorar, motivar, orientar y ayudar”.
  • Una evaluación esencialmente sumativa solo controla, verifica, califica y acredita.
  • Ambos tipos de evaluación deben complementarse, no es imposible conciliarlas, se las puede llevar a la práctica de una manera integrada.
  • Al examen se lo suele asociar al instrumento “prueba escrita u oral”, como tal es instrumento, es decir, medio para obtener información, para conocer, calificar y certificar, pero es una mínima parte del proceso evaluativo.
  • Conocer el contexto institucional, su cultura y el currículum que desarrolla  permite comprender las prácticas de enseñanza, aprendizaje y, consecuentemente, de evaluación.
  • Las prácticas de evaluación requieren de un análisis de lo “instituído” y lo “instituyente”, entre la práctica aceptada, normada y reglada que genera rutinas y prácticas autómatas con escaso nivel de reflexión y la práctica que cuestiona, pregunta y busca introducir cambios y transformaciones.
  • Los instrumentos de evaluación son medios, para obtener información objetiva, cierta y relevante, nunca fines en sí mismos. No se aprende para aprobar, se aprueba aprendiendo.
  • Los criterios de evaluación son pautas que orientan el proceso, por lo tanto, deben ser conocidos por todos los actores involucrados y su construcción debería ser compartida.
  • La retroalimentación formativa desarrolla compromiso del estudiante con su propio proceso de aprendizaje, lo motiva a mejorar a proponerse metas concretas de cambio porque logra entender qué hace en forma adecuada y que debe cambiar para lograr los aprendizajes propuestos. Por otro lado, al docente lo corre del lugar de control, de observador externo para transformarse en un mediador, en un guía y hasta en un facilitador de oportunidades de aprendizaje.
  • La retroalimentación genera corresponsabilidad de cada uno desde su rol e impulsa el diálogo formativo (no informativo) fortaleciendo, así, el vínculo pedagógico. Y esto es posible no sólo en la formación humanística sino también en la formación técnica.

Dicho esto, puedo decir, que la experiencia de analizar las secuencias de dos colegas (una referida a Microemprendimiento para estudiantes de tercer año de un CENS y la otra referida a Bioquímica General y estomatológica para estudiantes de 1er. Año de Odontología) y hacer una devolución o retroalimentación, por un lado, como la experiencia de leer los aportes de colegas sobre la secuencia o clase virtual que diseñé, me permitió comprender lo verdaderamente formativa que es este proceso y que la evaluación, como tal, queda incompleta si falta esta instancia.

A lo largo del cursado de los cinco módulos de esta capacitación, tuve que observar y valorar las producciones o entradas al Blog, que los colegas compartían, mis valoraciones eran generales, por temor o por incomodidad. Me centraba en lo positivo y nunca mencioné lo que, a mi criterio se podía mejorar. Con la “escalera de Wilson”, como con las preguntas del “SER”, me siento mucho más cómoda y segura para hacer valoraciones, en el grupo de Facebook. Creo que estos procedimientos deberían implementarse desde el primer curso en los espacios de intercambio social. 

Por otro lado fue muy interesante el desafío planteado en la actividad 4 de retroalimentar las secuencias de clases virtuales de dos colegas. La retroalimentación es un acto comunicativo, pero no de carácter informativo, sino formativo, el docente que lo realiza con compromiso y a conciencia, elige las palabras que va a usar, la forma en la que las expresa, destaca los avances, los logros del estudiante, transmite con una sonrisa, con una palabra de aliento, independientemente que el estudiante sea un niño o un adulto, no se concentra en el error (muchas veces ni siquiera usa esta palabra) intenta que el estudiante lo asuma como un obstáculo a superar y como una oportunidad para aprender. La retroalimentación formativa, más que estrategia para que la evaluación sea un proceso de mejora, la considero una forma dialógica de enseñar porque es diálogo, mediación, sugerencia, orientación y consejo para desarrollar personas autónomas en su forma de aprender, en su forma de pensar y en su forma de ser.

La actividad 3 del módulo 2 consistía en la construcción colaborativa de una encuesta para aplicar a profesores que no estuvieran haciendo este curso. La experiencia resultó compleja, principalmente, por tres factores: el tiempo para realizarla, la comunicación al interior del grupo y la interpretación de consignas. Creo que contar con poco tiempo hizo que tomáramos decisiones anticipadas o poco oportunas en forma individual restando calidad a la producción final: la encuesta como instrumento y la información que pudiéramos obtener de la misma. Pero también estoy convencida que toda experiencia grupal genera aprendizajes cargados de emociones, porque el contacto con las personas, aunque sea a través de las TIC, despierta eso: emociones, estados de ánimo y sentimientos. No somos racionalidad pura (hablando en forma kantiana).

La experiencia de enseñar en la Universidad y en los Institutos Superiores de Formación Docente más el recuerdo de situaciones poco formativas como estudiante, me llevaron a pensar y ensayar distintas formas de evaluar entendiéndola, no como control, sino como un momento idóneo y oportunidad para aprender. He comprobado que observaciones, aclaraciones y consejos que se le da a un estudiante durante el cursado y hasta en el examen final de acreditación, difícilmente la olvidan.

¿Qué sentí cuando empecé con esta actividad?

Retroalimentación ¿de qué? ¿a quién? ¿por qué? 
ahhhh ¿qué puedo aprender si ya me lo sé?

¿Cómo es eso de hacer retroalimentación a dos colegas?
¿Trabajo en grupo?... ummmm no sé

No quiero evaluar a mis colegas...
Lista de cotejo, escalera de Wilson. Uhmmmmmm no sé si me gusta la idea.

  
Me puse a pensar como lo haría 
después de leer todo el material y ver lo videos... 
La idea no me pareció tan arriesgada..

Acá estoy festejando que hice las "retro", armé la entrada el Blog 
y lo compartí. 

 







domingo, 13 de septiembre de 2020

Un nuevo capítulo: la evaluación en tiempo de la no presencialidad


En los ámbitos de la educación superior solemos pensar y planificar la evaluación en relación con la acreditación. Pero las actuales condiciones de cursado impuestas por la pandemia nos obligó a reconsiderar no sólo la forma de enseñar y de aprender sino también la forma de verificar los aprendizajes que están en proceso o que se han logrado.


Al escribir el programa, cuando llegamos al punto de “evaluación” expresamos criterios para obtener la regularidad, hablamos de porcentajes de presencialidad y parciales, de la escala porcentual a aplicar con lo mínimos necesarios para “alcanzar” o para “aprobar”, de trabajos prácticos y otras producciones que evidencian aprendizajes, además, explicamos como será la evaluación final ante tribunal examinador. Desarrollado de esta forma, el punto de la evaluación “dice y, a la vez, no dice nada”. Dice lo que la dimensión administrativa espera en función de la normativa: definir condiciones de alumnos y en función de esta condición como será el examen final; dice de resultados. No dice cómo se evaluarán los procesos de aprendizaje, no dice cómo o con qué estrategias se acompañará al estudiante para superar las dificultades que pueda tener, no dice cómo se realizará la retroalimentación, no dice el sentido que tienen los instrumentos de evaluación, no dice qué relación existe entre las capacidades y saberes a desarrollar y los instrumentos y actividades de evaluación elegidas, no dice que las producciones son de los estudiantes y que tienen  todo el derecho a recibir la información que el docente pueda haber construido al valorarlas.

Estos “no dice” son silencios que irrumpen en el proceso de enseñanza-aprendizaje en la educación superior. Y los silencios en toda situación comunicativa, con clara intención formativa, generan incertidumbre, desconcierto, confusión y desorientación. El silencio del docente, acerca del aprendizaje, no forma, “deforma”. Pensar la evaluación solo en términos de acreditación es desconocer que es un proceso y no solo un resultado. Pensar la evaluación sólo en términos de acreditación es como querer llegar al descanso de la escalera en un solo paso saltando desde el primer escalón.  

En la enseñanza a través de entornos virtuales las formas usuales, tradicionales o más comunes de evaluar en la presencialidad resultan insuficientes, incompletas y en muchas situaciones inadecuadas para comprobar los niveles de aprendizajes logrados. Es por esto que decidí reconsiderar no sólo la forma de enseñar sino también de evaluar. Una primera decisión fue dar el carácter de promocional a la materia, esto supone gran atención a los procesos que realiza cada estudiante y hacer foco en la retroalimentación formativa a través de criterios claros y conocidos con anticipación por parte del estudiante. Variar instrumentos y seleccionar los más convenientes y adecuados para las capacidades y saberes de la materia.

En el siguiente enlace se encuentran las intencionalidades y logros propuestos para la unidad introductoria de Teoría General de la Educación, materia de 1er año del Profesorado de Ciencias de la Educación (Facultad de Filosofía y Letras- Uncuyo). En el documento encontrarán la secuencia completa porque sólo considerando todos los elementos puede entenderse la forma de evaluación propuesta.

Secuencia de actividades y propuesta de evaluación Unidad Introductoria TGE

Resultados de aprendizajes, evidencias, instrumentos adecuados, actividades significativas, consignas auténticas, potentes y claras, retroalimentación
Yo y mi circunstancia: 
resultados de aprendizajes, evidencias, instrumentos adecuados, actividades significativas, consignas auténticas, potentes y claras, retroalimentación.

El estudiante y su circunstancia: 
¿para qué hago esto? ¿cómo lo hago? ¿para qué me sirve? ¿qué alternativa tengo si no tengo conectividad? ¿como puedo aprobar? ¿cómo puedo demostrar que sé? ¿cómo está el trabajo que hice? ¿qué tengo que cambiar?.

Tiempo de llegada y de una nueva partida

Acá estoy llegando a mi meta... Después de muchos meses de trabajo intelectual, de aprendizaje, de descubrimientos, de experimentación, de r...